Filosofía del Yoga: El Sufrimiento



“Todo es dolor, todo es efímero” (sarvam duhkham, sarvam anityam) (M. Eliade, "Yoga, Inmortalidad y Libertad") es una afirmación que nos lleva a un punto importante desde el cual comprender nuestra vida. Es la constatación desde la que probablemente los antiguos yoguis construyeron la metodología yóguica para llegar a una dimensión distinta de la vida “normal” plagada de padecimientos.

¿Por qué afirman que todo es sufrimiento si en la vida hay también alegría y placer? Porque cada alegría y cada placer viene acompañado del apego a eso agradable, y ese apego a su vez, inevitablemente, generará dolor cuando aquello que lo generaba disminuya, desaparezca, muera o cambie. Nada en esta vida (material) está asegurado y lo más probable es que mute, se aleje o fallezca, o en un momento u otro uno mismo (su cuerpo-mente) morirá.

“El cuerpo es dolor, porque es el sitio del dolor; los sentidos, los objetos, las percepciones son sufrimiento, porque conducen al sufrimiento; el placer mismo es sufrimiento, porque lo sigue el sufrimiento” (Texto proveniente de la filosofía Samkhya, una de las fuentes fundamentales de la filosofía del Yoga, citada por 
M. Eliade, "Yoga, Inmortalidad y Libertad").

Todo lo relacionado con el cuerpo en algún momento traerá sufrimiento puesto que invariablemente, en un momento u otro, enferma, envejece y muere. Las relaciones afectivas en su gran mayoría tienen una enorme cuota de sufrimiento, los afectos cambian, se estropean, desaparecen. Los bienes materiales constituyen una fuente de tensión, estrés, miedo, envidia, competitividad, ansiedad, insomnio, egoísmo … es decir, sufrimiento. 





Nuestra mente … ella es una maestra en producir infelicidad y sufrimiento, ¡necesita tantas cosas!, se molesta cuando no están de acuerdo con sus preferencias, imagina o recuerda situaciones negativas y genera –gratuitamente- estrés, cuando se acerca lo que no le gusta se incomoda y tensa, cuando se aleja lo que le gusta se inquieta y entristece … en fin, nuestra mente no escapa al sufrimiento.

Mientras mayor sea nuestra identificación con esas cosas que creemos necesitar, mientras más creamos que nuestra felicidad o bienestar dependan de tener eso, más avasallador será el sufrimiento.

En realidad, la vida de la gente gira en torno a evadir el sufrimiento. Se inventan miles de metas, actividades, compañías, entretenciones, ocupaciones, para anestesiarse, olvidar, no tener tiempo de experimentar el dolor, el vacío, el sin sentido de la vida.

Se inventan que el sentido de la vida es comer, reproducirse, “amar” (de un modo posesivo), enriquecerse, obtener reputación, y en eso se afanan todo el tiempo, pero llega un momento en que la vida arrebata aquello que más amabas, aquello en que habías invertido todas tus esperanzas y esfuerzos y en ese momento ocurre una gran crisis, todo se viene abajo … el sentido de la vida parece desaparecer …

Aquellas situaciones a las que nos aferrábamos de pronto dejan de darnos el sustento que necesitamos.

En esos episodios de profunda crisis y desesperanza el ser humano busca algo más profundo que verdaderamente le de sustento a su existencia. Muchas crisis tremendamente dolorosas han sido el punto de partida de una apertura a una visión más profunda y espiritual de la vida.



Los sabios antiguos del Yoga no evadieron el sufrimiento, lo enfrentaron con todas sus fuerzas: la fuerza de la disciplina, de la meditación, de la profundidad de la comprensión.

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