Contradicciones Yóguicas

El sendero del Yoga, el caminar decidido, valiente y auténtico hacia las profundidades de la vida, puede no ser un fluir de pura paz, armonía y ligereza. Aunque esa maravillosa experiencia esté al final del camino, en medio hay  otras circunstancias que no son precisamente de pura claridad.

En aquellas personas que sienten el llamado hacia lo infinito, pueden surgir fuertes contradicciones, que las más de las veces, son acompañadas de contracción, es decir, tensión, lo cual no es muy grato, sobre todo para quien tiene una vocación por la paz.

El o la yoguin(i) se ve enfrentado, enfrentada a contradicciones con el mundo que le rodea. No se interesa por aquello que mueve y motiva a la gran mayoría de las personas. Ello es causa de conflictos y falta de entendimiento con el entorno, y probablemente soledad.

Quien siente un llamado hacia lo absoluto puede sufrir, o por el contrario disfrutar la soledad, o puede pasar de lo uno a lo otro, del sufrimiento al disfrute de estar solo. Puede preferir la soledad a situaciones sociales que no le aportan en aquello que realmente le importa: el despertar. 

Asimismo, se produce una contradicción con respecto a la ambición. La búsqueda del dinero implica un volcarse hacia afuera, perseguir algo transitorio. Lo mismo sucede con la fama, el reconocimiento o el poder. Son deseos, necesidades o satisfacciones importantes  para quien está identificado con el cuerpo-mente, pero aleja de la dirección hacia la liberación de la ilusión de ser individuo. El buscador del Ser no tiene ambición de lo contingente, sin embargo ambiciona lo más grande y difícil: la iluminación.

De igual forma surge una contradicción en lo referente a la práctica. Quien camina hacia Moksha no ambiciona el  desarrollo corporal. Puede reconocer al ego detrás de actitudes y relatos tales como: “me contorsiono como nadie más puede hacerlo”, “tengo músculo, tengo un cuerpo envidiable”, “lo hago mejor que tú”, “obtengo muchos likes de mis fotos en posturas impresionantes”. Su aspiración se orienta hacia lo que ocurre dentro, a nivel sutil, justamente al otro extremo de la autoinflación del individuo. No tiene ambición por la performance corporal, su aspiración se dirige hacia la paz profunda que vibra en una frecuencia distinta a la identificación con el cuerpo, la mente y el yo. 

Igualmente, sucede que quien busca el silencio no busca llenarse de actividades o distracciones, le atrae la quietud. Eso parece una vida aburrida o fracasada en una cultura de ansiedad, hiperactividad y super productividad. El buscador del Ser disfruta de la contemplación, precisamente aquello que no valora el común de las personas.

El yoguin, la yoguini, observan el mundo agitado y fútil, intentan mantener la calma, pero las contradicciones vienen y van, a veces dudan, se desploman, y luego retoman la senda. En ocasiones experimentan la dicha de la consciencia ilimitada, entonces, esa sutil y fugaz experiencia hace persistir en el camino.


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