¿Qué nos Ata?

 Se puede responder desde dos dimensiones distintas. Una es la del ser individual, en la que los deseos, necesidades, opiniones, condicionamientos, creencias y biología determinarán, generarán, la sensación de que algo limita, algo ata. Y aquí es probable que la mente arme un edificio, como suele hacerlo, de argumentos en contra de lo que limita o de la experiencia de limitación.

Aclaremos que estamos hablando de personas que tienen sus necesidades básicas resueltas, como tener una casa, comida, abrigo, cierta seguridad de no estar amenazado por algún peligro inminente a la integridad física.

En la dimensión contingente siempre habrá limitación, es inherente a su dinámica y estructura. El ser individual, por definición, por naturaleza, por nacimiento, por su esencia, es limitado. Ser individual significa tener unos límites que diferencian y separan de lo que rodea. Por tanto, ser individuo, ser persona, significa ineludiblemente vivir en la limitación.

No es posible que el cuerpo sea más amplio de lo que es, que abarque al espacio, seres y cosas que lo rodean. Así mismo, la mente-ego se identifica con un ser humano particular, se diferencia constantemente de los otros, se pone en contra de las situaciones, critica, se resiste. Su modo habitual de funcionamiento es separarse, diferenciarse, oponerse, con lo cual su encapsulamiento resulta casi inherente.

En el nivel humano, la limitación, la sensación de que algo ata, es propia de la condición de individuo, y en la medida en que nos mantengamos en ese nivel, en esa identidad, siempre habrá algo que nos limite.

Erradamente nos abocamos a tal o cual situación como la solución a nuestra sensación de limitación, de atadura. Hay probabilidad de que logremos modificar esa situación que sentíamos era la causante de nuestra falta de libertad y sentiremos bienestar, pero no faltará mucho tiempo en que surja otro tema igual o mayormente  limitante.

También existe la probabilidad de que simplemente no haya posibilidad de modificar la situación o que en el intento no consigamos cambiar las circunstancias como queríamos. La resultante es muy probablemente frustración, enojo, abatimiento, decepción, conflicto, evasión, etc., con la consecuente actividad mental obsesiva que aumenta el efecto emocional perturbador.

Sin embargo, hay otra dimensión desde donde podemos considerar las ataduras. Desde la perspectiva del ser cósmico infinito lo que nos ata es más bien algo interno. Una sensación de pertenecer totalmente a lo terrestre, a lo contingente. Un estar totalmente adherido a lo material, olvidando lo ilimitado e intangible que somos, más allá de lo visible.

Cuando uno siente esa ilimitación del ser sutil puede sentir libertad estando incluso en una prisión. No se necesita tal o cual situación para sentirse libre, leve y en paz. La libertad se siente desde dentro y va acompañada de serenidad y plenitud.

La dificultad radica en que nos es muy difícil, y casi imposible, salir de la concreción a la que hemos reducido nuestro mundo y nuestro ser, y así no podemos sentir esa libertad que anhelamos y que buscamos.

Entontes, desde esta mirada (la de lo Absoluto), lo que ata es algo interno: una identidad, una creencia, una adhesión a la propia mirada de separación, a la propia encapsulación del ego.

La atadura está dentro.

¿Cómo suavizar esa atadura? Yendo hacia esa interioridad, aceptando con paciencia todo lo que allí va apareciendo, sin darle mucha importancia a los pensamientos, opiniones, argumentos, críticas, drama, que produce la mente-ego. Solo mirar y mirar ese flujo de pensamientos que surgen desde ese centro del yo, y dejarlos ir, y al mismo tiempo, entrenarnos una y otra vez, con la meditación,  en la calma, el silencio, la paciencia, el no-hacer, regresar al presente. Asimismo, adentrarse en las enseñanzas que nos señalan hacia la apertura, la amplitud, la Consciencia Pura de lo Infinito, sin limitaciones, no dual.


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