Filosofía del Yoga: Avidya, la Ignorancia

“La realización de la más Alta Verdad se halla siempre acompañada de la liberación del miedo, el apego y la ira …”
 Swami Tapasyananda


La palabra sánscrita Avidya significa “no-conocimiento”, es un concepto muy importante en Yoga. 

Es relevante porque de esta ignorancia surge gran parte de nuestra miseria, padecimientos e infelicidad. 

No se trata de la ignorancia académica, libresca, intelectual. No se refiere a la ausencia de información o de lecturas. Es la ignorancia de no saber quiénes somos. 

Esta ignorancia en realidad es una confusión, es creer que nuestro cuerpo-mente (con todo lo que ello involucra) es todo nuestro ser. Es como si en la noche oscura viéramos una serpiente cuando en realidad es una cuerda, este es un clásico ejemplo que menciona la filosofía Vedanta para explicar “Maya” (la ilusión). 

Esta ignorancia está más esparcida que cualquier otra cosa en la humanidad. La gran mayoría de las personas se identifica totalmente con las necesidades de su cuerpo, de sobrevivencia, de afecto, de entretención, de estatus, de reconocimiento, de seguridad, etc. Toda su vida gira en torno a satisfacer esas necesidades y deseos. 

La búsqueda intensa de esas condiciones genera estrés, tensión y enfermedad. Así como puede surgir tristeza, depresión, angustia, al no alcanzar esos objetivos. 

Esto que se considera normal en la vida humana … el Yoga busca trascenderlo. El dárshana yóguico ofrece la posibilidad de otra experiencia de vida … en la que no nos identificamos con nuestro cuerpo-mente sino que lo consideramos el vehículo en que recorremos esta etapa vital sin desesperarnos por lo que le pueda ocurrir. Nos instalamos y nos identificamos con algo muy profundo, sutil y bienaventurado que hay dentro de nosotros, y sentimos que esa esencia es eterna, ni siquiera amenazada por la muerte. 

Cuando llegamos a experimentar esa comprensión, esa certeza, desaparece entonces el miedo, la ansiedad, la compulsión, la competitividad, la defensa, la ambición … Llegados a este punto no dejamos de actuar o participar de la vida humana “normal”, sino que continuamos ejecutando nuestras obligaciones y nuestro trabajo, pero ya no actuamos desde de la carencia. Actuamos y vivimos gozando cada cosa, cada detalle, cada circunstancia que llega a nuestra vida. 

Ya no dependemos de hacer esto o aquello para sentirnos dignos de ser, ya no necesitamos validarnos ni protegernos de nada … 

Nuestra identidad ya no depende de que seamos médico, esposa, católico, comunista, anarquista, hippie, persona ordenada, hombre trabajador, culto, etc. Nuestra identidad se ha trasladado al Ser Interno, allí donde hay serenidad, silencio e infinitud. 

En uno de los textos más importantes y antiguos de Yoga: los Yoga Sutras de Patanjali (escrito unos 23 siglos atrás), dice: 

“Solo por conocimiento de la conciencia de la diferencia entre chitta y purusha sobreviene la supremacía sobre todos los estados y formas de la existencia y omnisciencia” (capítulo III, sutra 50). 

Desde hace tantos siglos el Yoga nos viene diciendo que distingamos, Purusha (nuestra Consciencia, nuestro Espíritu, nuestro Ser esencial) de Chitta, la mente, (pensamientos, percepciones sensoriales, recuerdos, deseos, emociones, aversiones, apegos, miedos, planes). 

No se trata de negar que tenemos necesidades, anhelos, temores, sino de ubicarlos en su lugar. Reconocer que tenemos esas experiencias humanas pero que no son todo nuestro ser sino quizás la parte más externa. Por lo tanto, pueden afectarnos en cierta medida, pero no avasallarnos completamente. 

Ya se dijo antes, recordar esta diferencia nos ayuda enormemente a limitar el efecto de las emociones perturbadoras. Cuando despierta nuestra Consciencia, ocurre algo mágico, algo misterioso, aflora un gran poder que no imaginábamos.

¿Cómo se supera la Ignorancia, este ignorar nuestro ser esencial? Con la práctica constante, seria y completa del Yoga: práctica diaria de meditación, práctica de los Yamas y Niyamas en la vida diaria y reflexión profunda.

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