¿Dejar Morir o Dejar Partir?

Una mirada desde el Yoga





Normalmente vemos “la muerte” como el fin de una vida, y además como algo “malo”, incluso “lo peor” que le puede pasar a una persona. Esto en yoga recibe el nombre de Abhinivesha, el miedo a la muerte y apego a la vida, y también se aplica el concepto yóguico de Avidya, la ignorancia espiritual, no saber quiénes somos en realidad.

Pongamos atención a nuestras actitudes y decisiones con respecto a la vida y la muerte, y veremos cuán teñidas están de esa valoración.

Desde esa mirada, la actitud usual es retener lo más posible a los seres queridos a esta vida. La medicina científica orienta su trabajo en esa dirección: mantener vivas a las personas por todos los medios posibles.

Esos cuerpos-mentes que tenemos delante nos parece que son el ser de esas personas, y consecuentemente su desaparición (la de ese conjunto psicosomático) equivale al término de esa existencia que apreciamos.

Demasiadas veces ese retener significa someter a la persona enferma a tratamientos, intervenciones y circunstancias dolorosas, desagradables, indignas y agotadoras, y su familia a desorbitantes gastos médicos, sufrimiento, situaciones extenuantes y de gran desgaste emocional.

Sin embargo, desde la mirada del Yoga –y de otras perspectivas espirituales- dejar el cuerpo significa un paso liberador a otra dimensión inmaterial, luminosa y gozosa, un proseguir el camino evolutivo en otras circunstancias.

Desde esta visión, cuando el cuerpo y la mente de una persona parecen indicar que ya se han desgastado lo suficiente para no poder mantenerse por sus propias fuerzas y medios, surge la idea razonable de permitirle dejar este plano.

Normalmente dejar a una persona partir se lee como “dejarlo morir”, con las consecuentes connotaciones de insensibilidad, falta de amor e incluso maldad. Según digamos “dejar morir” o “dejar ir” estamos expresando nuestra visión de la vida, de la muerte, del ser humano y del sentido de la vida.

Dejar partir conlleva no realizar procedimientos para retener ese cuerpo por medios artificiales. Sin embargo no es fácil tomar una decisión de este tipo, por varias razones. Por la valoración social ya mencionada, por nuestras propias emociones y apegos, por los límites difusos entre no ayudar, no cuidar a la persona querida, y permitir que siga su camino natural. También incide la incertidumbre sobre los efectos que puedan tener los tratamientos.

Desde el punto de vista del Yoga dejar ir implica amor, sacralidad, generosidad y respeto por esa persona que está enferma. Dejar partir equivale también a soltar nuestro apego, permitir que las cosas cambien, que la tristeza venga, que las circunstancias sean diferentes de como a nosotros nos gustan. El concepto yóguico de Vairagya (desapego) nos habla de una preciosa clave para ir liberándonos del sufrimiento. Asimismo, los términos Raga (deseo) y Dwesha (aversión) nos indican grandes obstáculos para esa liberación.

Un gran texto, joya del yoga y de toda la humanidad, el Bhagavad Gita dice: “nadie nunca muere”. Sin embargo, las instituciones y personal de la medicina oficial, así como nuestras propias conductas no están imbuidas de esa comprensión. Actuamos como si lo único que existiera fuera la materia, esta dimensión en la que estamos. En realidad no vivimos conscientes de que la vida continúa, de que nuestra existencia es sutil y más amplia que los límites de nuestro cuerpo (Atman, Purusha).

Esa comprensión que es la meta última a alcanzar con el Yoga (Vidya, Kaivalya) no parece que haya sido aprehendida, intuida y vivida. No está presente en general en los médicos, en las instituciones de salud, en los ciudadanos, ni tampoco en los practicantes de yoga.

Casi todos intentan mantener “la vida” a como dé lugar, sin considerar las condiciones y dignidad en que seguirá viviendo la persona, las implicaciones para su familia y quienes tengan que atenderla.

Es importante aclarar la mirada de la vida y de la muerte diferente que tiene el Yoga. La mayoría de los practicantes creen que es una técnica más para perdurar la misma mentalidad de materia, ignorancia y apego que reina en nuestra cultura (Avidya), y no se da el salto hacia la otra perspectiva de amplitud, Consciencia e Infinito que involucra la experiencia del Ser (Atman, Purusha).

Es lamentable cómo en la mayoría de los “centros de yoga” no se enseña en verdad Yoga, sino una adaptación al deporte, la kinesiología, el salón de belleza, que más bien trabajan en la dirección contraria: hacia el engrandecimiento del ego.

Hay un olvido –o quizás un nunca haber visto- la magnitud y profundidad del dárshana yóguico.

De vez en cuando hay que poner los puntos sobre la “íes” en este mar de falsa oferta yóguica.

Para terminar, invitamos a recordar que hay otra mirada. Que somos seres infinitos y eternos, más allá de la materia, del cuerpo, de las ideas, de los apegos. Ojalá estas consideraciones puedan influir en alguna medida nuestras decisiones con respecto a dejar ir.

Un abrazo a todos.




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