Los momentos de dolor

Tantas cosas que buscamos. Tantos objetivos tras los cuales nos afanamos… Y sin embargo siempre llega un momento en que nada de eso tiene mucho sentido. Nada de eso nos da la seguridad que anhelamos. Nada de eso nos protege del dolor, la enfermedad, la muerte, la soledad.



Esos momentos, esas experiencias son radicales, nos acercan más que las alegrías y los logros a la realidad. Todo lo demás es tratar de maquillar la vida en su crudeza, una huida, un escape. 

Cuando el dolor, el fracaso llegan y nos quedamos allí quietos, surge una inocencia, un no-saber, un no-ser-exitoso, un dejar caer los brazos en los esfuerzos por evadirnos de la inclemencia radical.

Pareciera que en los momentos de mayor dolor y fracaso es cuando aparece esa luz esencial que acepta la dimensión material tal cual es, que se rinde al incesante actuar-huir compulsivo. Un arrancar que al mismo tiempo es un cerrar los ojos. Un intento de ceguera. Un esfuerzo de encubrir la realidad fenoménica en su transitoriedad e imprevisibilidad.





Cuando estamos abatidos, dejamos atrás el perseguir, sólo miramos. Y en ese simplemente contemplar, inmóviles, sin esperanza, se abre espacio para nuestro ser esencial, Atman, Purusha, nuestra dimensión inmaterial infinita, Pura Consciencia. Abandonamos el frenético apego a esta dimensión material, y podemos abrirnos a la vida que está más allá de la esfera del nombre y la forma. A la esfera de lo ilimitado e infinito.

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