El Origen, la Pérdida, el Reencuentro del Ser

 

El Ser aparece, brilla en todos los seres, en todas las cosas. En la medida que percibimos esa presencia del Ser sentimos amor, atracción hacia las cosas y seres.

Todo surge en el Ser y todo se disuelve en el Ser. Cada cosa que hagamos, cada experiencia que tengamos, cada pensamiento que tengamos, surge y luego regresa al Amor Universal.

Cuando vemos las cosas y seres separados del  Ser, entonces, de alguna manera, les quitamos su Ser, pierden su luz, se ven como algo existente en y por sí mismo, es decir, separado del Ser Total, y así pierde toda su belleza, su sacralidad, su profundidad, su magia. Y esto lo hacemos todo el tiempo.

Así el mundo pierde belleza, pierde sacralidad, pierde profundidad, pierde luz, y vivimos en un mundo meramente mundano, desacralizado, sin magia, sin amor, sin dulzura, sin belleza, un mundo sin sentido, excepto el sentido individual de asegurarse y engrandecerse, que finalmente es un sentido sin belleza, sin armonía, sin luz.

Sólo lo que está conectado al Ser, al Ser Total, posee Luz. El acto y el resultado de separar las cosas de la Totalidad les quita su maravilla, su gozo, su magnificencia.

Hemos hecho esto con el mundo, y habitamos un mundo desencantado, meramente material, mecánico, horrible, espantosamente utilitario, calculable, despojado de lo único que nos puede sostener verdaderamente en una vida digna de ser vivida, una vida verdaderamente humana, una vida en la Luz.

Este mundo desencantado que hemos creado no nos acoge, no nos abraza, no nos dulcifica, nos abandona, nos lanza a un terreno baldío, inseguro, despojado de belleza, cobijo y verdad. Nos encontramos en un sitio feo, maltrecho, agobiante y agotador.

Todos corren frenéticamente buscando una salida a este horror. Buscan dinero, buscan éxito, buscan poder, buscan fama, ser admirado, buscan el brillo de su personalidad individual. Pero así más se consolida la separación, más se ahonda la desconexión con ese Ser real de fondo, en la base, en la esencia de todo.

En la búsqueda de lo externo, lo que alivie este mundo de miseria, nos alejamos más aún de lo que buscamos, más nos vamos hacia la periferia. No vamos al centro íntimo de quietud, en donde podemos encontrar esa conexión con Lo Sutil, lo silencioso, lo no-cósico, lo sin palabras.

El sucedáneo jamás podrá resolver el vacío, el anhelo de Ser. Vivimos engañados, seguimos engañados, seguimos aferrándonos a lo efímero, ignorando su conexión con lo de base. No lo vemos, no es visible a los ojos, ni a la agitación, sólo se percibe en la quietud y el silencio de lo íntimo sin aspavientos, sin logros, sin aglomeraciones, sin quehaceres.

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