Mi Experiencia con el Yoga



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           Ha habido algo en mi vida que ha marcado la diferencia entre el bienestar y la infelicidad; entre el oscuro abismo de la angustia y la dulzura de la armonía; entre el estancamiento y el crecimiento; entre el hedor de la descomposición  y  la pureza; entre la ciega confusión y la clara percepción.
            El Yoga, el verdadero Yoga, el de la Conciencia, me ha salvado de un destino insano y terrible.
            Mis circunstancias, internas y externas, me hubieran llevado fácilmente hacia la ruina existencial, hacia el dolor total, hacia el extremo sufrimiento psicológico. De hecho viví de ese modo durante un lapso de tiempo, que siempre parecerá demasiado largo, aunque ya está muy lejano.
            No vivo una vida perfecta, no estoy cada día feliz y con un ánimo perfecto. Pero tengo poder. Tengo el poder de detenerme, mirar, indagar y sanar. La joya preciosa de la transmutación de lo feo y maldito en néctar purificatorio y luminoso.
            Este elixir luminoso no es magia, poderes parapsicológicos, ni esotéricas intervenciones.  Es la CONCIENCIA. Lo más real de lo real. Lo que sana, ilumina, alegra, sensibiliza, simplifica, calma, equilibra, espiritualiza.
            Durante años busqué lo esotérico y misterioso, lo que se encontraba más allá, en el cielo, en un estado psicodélico, en otro mundo, en otra dimensión. Pero antes de eso había buscado, al igual que muchos otros estudiantes y “profesionales” de la Filosofía, en los intrincados recovecos de las palabras y la razón discursiva. Allí no encontré nada. En los viajes evasivos de la realidad no hallé más que estados exaltados y atiborrados.

Pero la plenitud la encontré acá, tan cerca, tan simple y tan verdaderamente real. Precisamente aquí mismo, en la visión intensamente consciente, intuí por primera vez la Verdad, y la experimenté, aunque apenas pueda ser una brizna de ella.
Todas las palabras, todos los conceptos, las sustancias psicoactivas, los razonamientos lógicos, quedan atrás, en el afanoso lago de los esfuerzos del ser humano por alcanzar la verdad y la plenitud. Allí se logran enredosas circunvoluciones, y en el mejor de los casos, entretención, distracción y la alegría de ejercitar una habilidad.

El Yoga es la vida, es respirar, alimentarse, purificarse, dormirse, descansar, actuar, padecer, aprender a sufrir, aprender del sufrimiento, gozar, mirar a los demás, relacionarse, cuidarse, enfermarse y sanarse, acariciarse, mirarse, crecer, evolucionar, experimentar, vivir conscientemente, detenerse, ordenarse, encontrarse, armonizarse, serenarse, profundizar, aquietar la mente. Y en esta suprema simpleza adviene esa huidiza Verdad-Plenitud-Realidad en forma de experienciar.

Sin el Yoga no podría vivir, sería una vida terrible y miserable. El Yoga la ha dado la luz a mi vida y me ha dado mi propia luminosidad; me ha dado poder, quietud, belleza, simpleza y alegría. Me ha dado claridad para contemplar. Me ha dado Realidad.




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