Yoga y Pandemia


Desde el punto de vista del Yoga todo lo externo es transitorio, en realidad, no solo desde el Yoga sino desde cualquier perspectiva eso es algo irrefutable. Sin embargo en el Yoga, y en otras tradiciones espirituales, se toma consciencia de ello de un modo directo y abierto, sin querer negarlo o disminuirlo, sin arrancar, sin evadir nuestra consciencia de ese hecho fundamental.
Todo lo externo es impermanente. Todo cambia: las personas, la salud, las posesiones, los ambientes, las “seguridades”, el prestigio, el “amor” humano –que más bien es posesión/dependencia-, el trabajo, el dinero, el éxito, las actividades.
Hoy la pandemia nos enseña esa verdad: aunque nos hayamos esforzado al máximo por generar una serie de condiciones agradables y favorables, llega el minuto en que todo se desarma. Sin importar toda nuestra inteligencia, habilidad, esfuerzo, etc. en un momento u otro llega la muerte, llega la enfermedad, llega el abandono, la soledad, una crisis, un fracaso … un virus que desarma toda nuestra vida y organización.
Aquellxs que se han sumergido en caminos espirituales como el Yoga, el Budismo, el Taoísmo u otro; practicantes que han trabajado para comprender mejor su mente, para aquietarla, para encontrar quietud en el ahora, pueden vivir esta crisis con mayor calma, aceptación y comprensión.
Se vislumbra cómo la Vida o el Universo siempre nos envía señales, siempre nos está ayudando a comprender que esta vida es transitoria, que todo lo externo en algún momento se termina, pero que sin embargo hay algo dentro nuestro que es sereno, armonioso, gozoso.
Sin dejar de sentir el sufrimiento de los otros, lxs caminantes espirituales genuinxs encuentran en la cuarentena espacio y tiempo para meditar más, para abrirse al instante presente con gozo y gratitud, para disfrutar de la no-acción, del silencio, del refugio, del cocinar, el mirar, el escuchar, el sentir, el dejar que las cosas sucedan.  Ellxs aceptan tranquilamente la muerte del cuerpo-mente pues saben de la alegría de la expansión infinita, lo han experimentado alguna vez.
Esa apertura a algo tan enorme pero a la vez difuso, inasible con las manos, los ojos o la razón, pero que en ocasiones se siente, se intuye, vibra … a algunos les ocurre espontáneamente, como un regalo del Universo; sin embargo, en la mayoría de los casos va ocurriendo gracias a una práctica, un interés, una dedicación, un sumergirse en un camino espiritual profundo.
Con la práctica de la quietud, del silencio, con la costumbre del no-hacer, del no-controlar, del no-ambicionar, no-planificar, no-manipular, de la aceptación, del simplemente observar sin juicio, se encuentra la paz, se aleja el miedo, la tensión, el enredo en la mente, la angustia y la ansiedad.
Se observa cada situación de la vida, sobre todo las dolorosas y desagradables como algo que nos trae un mensaje, algo que aprender. Nos quedamos más tranquilos, sin huir, sin salir corriendo en busca de no se sabe qué. Miramos, desde ese lugar de calma maravillosa que es nuestro/el  Ser, la infinita vastedad del mundo, de la Consciencia, más allá del tiempo y del espacio, más allá de nuestro ego y sus miedos, más allá del apego y su tensión, más allá de la materia y su limitación.
En resumen, la práctica del Yoga que nos ayuda a experimentar nuestro-el Ser nos da otra mirada de las cosas, que nos ayuda a sentirnos más calmos y seguros en toda situación, y en especial cuando todo alrededor se derrumba. Nos da la meditación en que dejamos que las horas pasen. Nos ayuda a ver un sentido y disfrute en el no-ocuparnos, no-correr, no-poseer, no-producir y en el no saber qué pasará. 


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